"Ellas no murieron. Las hicieron semilla"
"Ellas no murieron. Las hicieron semilla"
En memoria de las Hermanas Mirabal
Diario de una mujer que recuerda.
Hubo un día —no tan lejano— en que decidí no callarme más.
No para gritar, no para imponer, sino para recordar. Para hablar de esas que estuvieron antes que yo, de esas que fueron semilla antes de ser historia.
Porque si yo estoy acá hoy, escribiendo esto, es también gracias a mujeres como Patria, Minerva y María Teresa Mirabal. Y quizás vos que me estás leyendo o escuchando, nunca escuchaste sus nombres. Pero ellas vivieron, lucharon y murieron por algo que seguimos reclamando incluso ahora: el derecho a ser libres, a vivir sin miedo, a decir lo que pensamos.
Las mariposas no vuelan en vano
Eran tres hermanas dominicanas que vivieron bajo la brutal dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, en República Dominicana.
Patria, la mayor, era madre, amorosa y serena. Minerva, la más combativa, no tenía miedo de desafiar al poder. María Teresa, la menor, la que soñaba con un mundo más justo.
En los años 50, mientras otros se escondían por temor, ellas eligieron resistir. Fundaron un grupo de oposición clandestina llamado Movimiento 14 de Junio. Se convirtieron en símbolo de coraje. Y por eso, el régimen las marcó como enemigas.
El 25 de noviembre de 1960, cuando regresaban de visitar a sus esposos encarcelados, fueron interceptadas por agentes del régimen. Las golpearon, las estrangularon y las arrojaron por un barranco para simular un accidente.
Pero no fue un accidente. Fue un femicidio político. Fue una advertencia. Fue un intento de silenciar a las mujeres que se atreven.
Lo que Trujillo no sabía es que ese mismo día nacía una leyenda.
Una historia que cruzaría fronteras y generaciones. Una historia que llegaría incluso hasta mí.
La lucha no conoce fronteras
Yo no nací en dictadura. No fui perseguida por pensar. Pero crecí sabiendo lo que era tener miedo. Nací en 1989, el mismo año en que cayó la dictadura en Paraguay. No viví ese régimen, pero crecí con los ecos de ese miedo. Con historias susurradas, con silencios heredados.
Crecí escuchando a mujeres que bajaban la voz para no incomodar, para no "pasarse de la raya", para no molestar. Soy parte de la primera generación que nació en Paraguay en democracia después de décadas de silencio y represión.
Pero incluso en silencio, hubo mujeres que sostuvieron el país cuando todo parecía perdido.
Las "Residentas", por ejemplo, fueron las guardianas de Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza. Cuando los hombres estaban en el frente, ellas reconstruían, cuidaban, protegían. Resistieron hambre, pérdidas, abandono. Como las Mirabal, no cargaban armas, pero su lucha fue igual de crucial.
Y no fueron las únicas. Serafina Dávalos desafiaba los límites con su pluma, como Minerva Mirabal con su voz. Fue la primera doctora en Derecho de Paraguay y escribió sobre la igualdad cuando aún era un sueño lejano. Porque la verdadera revolución no siempre sucede en un campo de batalla; a veces ocurre en una página, en una palabra, en una decisión.
Ellas fueron semilla, nosotras somos el fruto
Las Mirabal fueron asesinadas antes de que yo naciera. Pero siento que su historia está en mi sangre. Como si cada paso que doy tuviera el eco de sus voces. Como si cada vez que me atrevo a opinar, lo hiciera también por ellas.
Porque para nosotras, las mujeres, la lucha no empieza el día que nacemos. Empieza mucho antes. En la historia de nuestras madres, nuestras abuelas, y esas otras que ni siquiera sabíamos que existieron, pero que nos abrieron camino.
Hoy muchas cosas cambiaron. Podemos votar. Podemos estudiar. Podemos alzar la voz. Pero eso no significa que la lucha terminó.
Vivimos en una época en la que aún se nos cuestiona por cómo nos vestimos, por si decidimos tener hijos o no, por si elegimos hablar fuerte o quedarnos calladas. Aún hay niñas vendidas, mujeres asesinadas, derechos negados.
Y por eso tenemos que recordar y enseñar.
Enseñar que el respeto no es una opción.
Que la empatía no es una debilidad.
Que los valores no se enseñan con palabras, sino con ejemplo.
Porque si no recordamos a las que nos precedieron, ¿qué sentido tiene nuestra libertad?
Las Hermanas Mirabal, las Residentas, Serafina Dávalos… ellas no murieron.
Las hicieron semilla.
Y nosotras somos el fruto.
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